El Museo del Hidalgo se ubica en una antigua casa solariega del siglo XVI conocida por el nombre de Casa del Rey. En él podremos descubrir cómo era la vida de los hidalgos que inspiraron a Miguel de Cervantes cuando creó el personaje de Don Quijote de La Mancha.
El Museo cuenta con la exposición de piezas originales de gran valor, cedidas por importantes museos españoles (Museo del Ejército, Museo Nacional de Artes Decorativas, Museo de Santa Cruz, entre otros)
También cuenta con recursos audiovisuales, manipulativos e interactivos con los que poder experimentar a lo largo de toda la visita. Esto hace que sea especialmente atractivo para visitas familiares con niños.
La visita se estructura en dos plantas con diferentes salas en cada una de ellas.
Mostrar más contenidoLA CASA DEL HIDALGO. EL PORTAL
El principal acceso a la casa desde la calle es el zaguán o portal. En esta parte del museo se muestra una maqueta de cómo pudo ser la casa en sus tiempos. La función principal del zaguán fue de gabinete comercial de los productos de la casa. Por ello, se exhiben monedas de la época, balanzas, pesos y medidas de la época, etc.
DEL HIDALGO DE ARMAS AL HIDALGO DE LETRAS
Los hidalgos constituían el primer peldaño en la escalera de la nobleza. Hidalgo era todo aquel que se precisaba de ser “Hijo DE ALGO”, o mejor dicho, de alguien que se hubiera distinguido por sus obras o su posición. La hidalguía, sin embargo, también podía alcanzarse por méritos propios. Durante la Edad Media, estuvieron muy implicados en las guerras de la Reconquista. Con la caída del Reino de Granada dejaron atrás su pasado militar para adaptarse a los nuevos tiempos.
Los Reyes católicos les abrieron las puertas de la función pública y la magistratura. Las familias de hidalgos más adineradas proporcionaron a sus hijos una exquisita educación, con lecciones de esgrima, música, baile y retórica, para garantizarles su entrada en el ejército, el clero o la administración.
En Alcázar se datan hidalgos desde el siglo XV.
LA CASA AUSENTE
Aquí se puede encontrar elementos relacionados con el campo como cencerros y serones. Y también se habla del sistema de transporte para las distancias que no se podían cubrir a pie. Esto dependía de la posición económica del viajero. Los más humildes iban en burro; los de mejor posición, a caballo; los más pudientes, en silla de mano. Solo si había que transportar mercancías muy voluminosas se empleaban carretas tiradas por bueyes. El oficio de arriero se desarrolló mucho en Alcázar durante el siglo XVII por la fundación de la Real Fábrica de Pólvora. La labor que desempeñaban consistía en transportar la pólvora a distintos puntos de la geografía española.
LA VIDA EN EL PATIO
Al acercarse los meses cálidos del año, la vida de las casas hidalgas se trasladaba al patio, el espacio más noble de la casa desde el punto de vista arquitectónico. Aquí se reunía la familia para refugiarse del calor y el bullicio de la calle, y se desarrollaban las actividades cotidianas. Se convertía así en comedor, sala de juegos y lugar de trabajo. Las fuentes, plantas, pozos y sombras proyectadas por los entoldados creaban un ambiente fresco y distendido, ideal para el descanso y la convivencia, que convertían este espacio en el rincón predilecto de las casas manchegas.
El Aljibe: este depósito subterráneo de agua se esconde debajo de la cocina de la casa. Se ideó originalmente como una fresquera donde conservar alimentos, pero después se remodeló para almacenar agua de lluvia recogida desde el patio. Tras añadirle un muro de mampostería, permitía obtener para el consumo humano agua de mayor calidad que la proveniente del sistema de extracción del pozo, que presentaba un alto contenido en salitre.
LA BODEGA. SALA DE CATAS
Se conservan en esta bodega los restos del apoyo de la vida del lagar, por la que el mosto descendía para transformarse en vino. Tras pasar por un proceso de fermentación, se almacena en odres, recipientes fabricados con piel animal. Esta forma de conservación era clave, pues facilitaba el transporte del vino, que de este modo, se podía vender a otras localidades más pobladas, como Madrid o Sevilla. Otra forma de almacenaje del vino era en tinajas de barro, como se puede observar en la cueva su forma excavada en la piedra. En Alcázar, además de vino, se solía la almacenar otros productos, como aceite, vinagre y agua. Para los trabajadores, el vino era un alimento más de la dieta que les permitía soportar las duras jornadas de faena. Cervantes, en la segunda parte del Quijote, ensalza el vino manchego con estas palabras de Sancho: “Pero dígame señor, por el siglo de los que más quiere. ¿Este vino es de Ciudad Real?”
DEL CAMPO A LA ALACENA
Los alimentos se almacenaban en la despensa o alacena, lugar fresco y oscuro situado normalmente al lado de la cocina o en las cámaras altas. No podían faltar los quesos, carne seca, panes, dulces y productos de la matanza del cerdo, licores, vino, aceite y vinagre. Para guardar todos estos alimentos, los procesos de conservación eran la salazón, la fermentación, el encurtido y el ahumado.
LA VIDA EN LA COCINA
La cocina era una de las piezas fundamentales de la casa, núcleo del calor y de la alimentación. En invierno, la vida cotidiana se trasladaba a la cocina, donde los habitantes se resguardaban del frío al calor de los fogones. Los alimentos de mayor calidad que de allí salían los consumían los señores y sus hijos, mientras que los criados se quedaban con las sobras y los productos de menor categoría. Los empleados del campo, sin embargo, tenían sus propias cocinas fuera de la casa principal o en sus lugares de trabajo.
La cocina servía igualmente como foro de transmisión de conocimientos y costumbres a las generaciones más jóvenes. En ella se transmitían las tradiciones y la literatura popular, se aprendían formas y valores, se jugaba e incluso se dormía.
La gastronomía era de tradición mediterránea con fuerte presencia de la cocina árabe. Esta influencia se apreciaba no solo en el tipo de alimentos, especialmente los de huerta, sino en los aromas y especias utilizados en la forma de prepararlos. Se mezclaban los sabores dulces y salados incorporando frutas y frutos secos en las salsas.
LOS ESPACIOS PRIVADOS
Era frecuente que los hidalgos eligieran esposa por interés familiar y patrimonial. Así, las vidas de ambos transcurrían de forma independiente y cada uno contaba con espacios de la casa reservados para sus actividades.
Una buena esposa debía ser una gran anfitriona, capaz de entretener a las visitas con sus habilidades musicales y recitativas. Debía ser fiel y complaciente con el marido y tener un carácter firme ante los hijos y vigilante con el servicio, para que cumpliera con sus obligaciones. Sumisión, fecundidad y fidelidad eran las características principales de la mujer del hidalgo.
Dentro de la vivienda colectiva que era la residencia del hidalgo, el señor se reservaba una serie de espacios para desempeñar sus actividades: una casa dentro de la propia casa, separada de las estancias ocupadas por la familia, su corte y sus criados. El hidalgo empleaba estos espacios para los compromisos sociales, oficiales y religiosos derivados de sus múltiples cargos públicos en órdenes militares, hermandades y otras organizaciones. Entre ellos, estaba la hospitalidad señorial, por la que se acogía y agasajaba a las personalidades que estaban de paso en la ciudad. En todas las estancias del hidalgo la presencia de los criados era constante.
EL PALACIO
Las casas manchegas tenían tres tipos de habitaciones: cocinas, salas y alcobas. La sala era la habitación de prestigio de la casa. Cuando se celebraban acontecimientos especiales, este espacio, normalmente cerrado, se convertía en protagonista. Esta sala despejada y de gran tamaño, conocida en la época como el palacio, se transformaba según las exigencias de las distintas ocasiones.
En ellas se recibían a los visitantes más ilustres, se servían las comidas especiales y se velaba a los muertos de la familia. También los conciertos, los ensayos de danza y las funciones de teatro tenían como escenario el palacio, que estaba decorado con cuadros, tapices, espejos y candelabros, y presidido por un aparador en el que se exhibía la mejor vajilla de la casa. En la actualidad se conserva en las casas manchegas un espacio heredero de los palacios, conocido como la solana o el comedor bueno o de fiesta.
DANZA, MÚSICA Y OTROS ENTRETENIMIENTOS
Los manchegos del siglo XVI no concebían un acto social sin música. Siempre que se reunían en ceremonias litúrgicas y oficiales, fiestas populares o celebraciones privadas, las acompañaban con música para realzar el carácter solemne o festivo del acontecimiento. Los asistentes no se limitaban a escuchar la música, sino que la complementaban con una danza acorde a las circunstancias: pavana, gallarda, zarabanda, chacona, pasacalle, folia, seguidilla y villano, según el tipo de celebración. En las noches de primavera, se hacían rondas a la puerta de las casas para halagar a las damas y recibir algún agasajo.
CREENCIAS Y RELIGIÓN
La religión fue el centro de la vida privada, social e institucional durante los siglos XVI y XVII en España. La iglesia controlaba la educación, la beneficencia, la atención sanitaria y asistencial, las costumbres populares e incluso las formas de diversión. Junto a la jerarquía eclesiástica convivía la religiosidad popular, con formas y costumbres propias que entraban en conflicto con la Iglesia. La Inquisición jugó en todo el periodo un papel fundamental.
Tal era la importancia de la Fe católica que potentados e hidalgos tenían un oratorio en sus casas y mantenían un capellán que oficiaba misas diarias. A estas se añadían las que se celebraban en lugares públicos, a las que destinaban parte importante de sus rentas.
EL PATIO ALTO
Los habitantes de la casa tenían un solo acceso a sus habitaciones: la galería del patio. Esta galería se construía mediante pies derechos con zapatas sobre una base de piedra que sostenía una jácena que soportaba la techumbre. En siglos posteriores, se abrieron vanos a las galerías en las crujías articuladas con dependencias, para una mejor iluminación y ventilación de las habitaciones.
La casa también tuvo en su día otras galerías sobre pasillos porticados. Por ellas se desplazaban los residentes sin necesidad de bajar al suelo, frecuentemente sucio e inseguro. También aquí se salía a tomar el sol y la fresca y se colgaban los productos que tenían que secarse oreados.